A simple vista, la leche materna puede parecer un alimento más,
especialmente nutritivo, quizá, o mejor adaptado a las necesidades del
bebé, pero poco más. Sin embargo, la percepción es errónea. Durante
millones de años de evolución, ese líquido se ha perfeccionado para
convertirse, además de en un alimento fundamental, en una vía de
comunicación por el que la madre transmite a su hijo herramientas
críticas para su supervivencia. Dar el pecho reduce la mortalidad
infantil y las infecciones, y se ha relacionado con un menor riesgo de
obesidad. Y los beneficios para la salud también alcanzan a la madre, a
quien la lactancia protege frente al cáncer de mama.
La importancia de la leche materna en el desarrollo humano la
convierte en un interesante elemento de estudio, pero su complejidad
hace que los científicos aún no hayan sido capaces de desentrañar sus
secretos. “La leche materna es tan compleja y tan rica en factores
bioactivos (proteínas que estimulan el sistema inmune, proteínas
antimicrobianas, anticuerpos…) que no se puede sustituir con ninguna
versión artificial”, explica Thierry Hennet, investigador del Instituto
de Fisiología de la Universidad de Zurich (Suiza). Hennet, que acaba de publicar una revisión sobre los esfuerzos para comprender este producto en la revista Trends in Biochemical Sciences,
añade que la “producción de una fórmula infantil que incluya todos los
constituyentes de la leche materna sería tan cara que nadie podría
permitírsela”.
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