Abul Vajadar es un buen ejemplo de que el refranero puede ser muy certero. ‘No hay
mal que por bien no venga’ es un dicho que le viene como anillo al dedo.
Y, precisamente, esa última expresión no es una ironía, sino un anhelo
que el apodado hombre árbol pronto podrá hacer realidad. Porque este joven bangladeshí que sufre epidermodisplasia verruciforme,
una enfermedad de la que solo se conocen cuatro casos en el mundo y que
cubre sus extremidades de verrugas que les confieren la forma de ramas
de árbol, pronto podrá ponerse por primera vez el anillo de casado.
No en vano, acaban de concluir las cinco delicadas operaciones quirúrgicas que han logrado retirar todas las verrugas,
y ahora solo queda el proceso estético que devolverá sus pies y manos
al estado que tenían hace diez años, cuando un adolescente Bajandar
descubrió que no iba a ser una persona cualquiera. Las verrugas
crecieron hasta pesar más de cuatro kilos e inhabilitar de forma severa
los movimientos de este joven que, a pesar del estigma que acarrea esta
extraña dolencia, en los últimos años ha contraído matrimonio con Halima
y ha tenido una hija a la que nunca hasta ahora había conseguido
abrazar. Cuando le retiren los gruesos vendajes que cubren todavía sus
brazos, podrá hacerlo por primera vez.
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