“Lo que mi país está pasando como resultado de este episodio de clima
extremo es una locura. La crisis del clima es una locura”, afirmaba,
entre sollozos, el representante filipino Nadarev Saño hace dos años en
la ronda de conversaciones sobre cambio climático que se celebraba en
Varsovia. Días antes, el 7 de noviembre de 2013, el ciclón Haiyan
había abatido su país. La segunda tormenta más fuerte de la historia
-superada por Patricia en 2015-, con vientos de 315 kilómetros por hora,
dejó más de 6.300 muertos, decenas de miles de desplazados y daños
superiores a los 14.000 millones de euros. Filipinas “es un supermercado
de desastres naturales, ¡hemos padecido tantos!”, se lamenta Romina
Marasigan, portavoz de la Oficina de Defensa Civil. Haiyan no ha sido,
ni será, la única catástrofe natural que ha azotado al país. Este
archipiélago de más de 7.000 islas y casi 90 millones de habitantes
figura regularmente en la lista de países más vulnerables al cambio
climático.
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