El futuro de los analgésicos
puede estar en el fondo del mar. Allí, en las cálidas aguas del Caribe
vive un caracol venenoso que tiene en su boca una especie de arpón con
el que ataca a sus víctimas. Ese veneno podría ser una alternativa a los
fármacos opioides que se usan hoy para combatir los dolores más
intensos. Uno de sus componentes ha demostrado ser eficaz aliviando el
dolor en ratas tratadas con quimioterapia.
Los caracoles cono viven en los mares tropicales. De las casi 700
especies que hay, un centenar son venenosas. Hay algunas como el Conus geographus que usan la insulina que segregan para provocar un ataque hipoglucémico
en sus presas antes de devorarlas tranquilamente. Los científicos
llevan décadas estudiando los componentes de su veneno. Formado por más
de 100 neurotoxinas, todas juntas pueden matar a un humano pero,
individualmente, algunas pueden ser su salvación.
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