Hasta hace muy poco, los visitantes del Museo Nacional de
Ciencias Naturales (MNCN) de Madrid podían tocar algo parecido al centro
de la Tierra. Se trataba de un trozo de metal, de medio metro de alto y
más de 130 kilos de peso que había llegado desde el espacio. Su
composición sugería que había pertenecido al núcleo de un planeta
desintegrado. Los científicos veían en él un mensajero con información
de más allá del Sistema Solar y una ventana a una región inalcanzable
del globo terráqueo. Hoy, ha desaparecido del espacio público y nadie,
salvo su propietaria, conoce con precisión su paradero.
Este peculiar objeto era un meteorito hallado en 1912 en la
localidad granadina de Colomera. Cuenta Javier Guinea, investigador del
MNCN, que los niños que les visitaban podían tocarlo y “comprobar cómo
se pegaban a él los imanes”. Allí, se les explicaba a los chavales cómo
saben los científicos que el núcleo de su mundo es de hierro aunque
nunca nadie haya estado allí. “Era el meteorito más importante de la
colección, por el tamaño y el peso. Es de una densidad brutal e
irrompible y tenía una gran historia científica”, añade Aurelio Nieto,
conservador de la colección de geología del MNCN.
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